Introducción
El ser humano vive en la Tierra, un mundo de escolaridad, para evolucionar espiritualmente. De forma simplificada, la filosofía racionalista cristiana lo identifica como un conjunto de tres componentes: espíritu (principio inteligente e inmaterial), cuerpo fluídico (materia diáfana) y cuerpo físico (materia densa).
La gente no es sólo lo que parece ser en este mundo. Más que un cuerpo físico, son espíritus que encarnan con objetivos evolutivos. A fin de atender sus necesidades evolutivas, ya estuvieron en cuerpos humanos de diferentes aspectos y en diversos lugares del planeta. Estas exigencias son resultado de lo que han hecho de bueno y de mal en las innumerables vidas anteriores, siempre sujetos a las leyes evolutivas. Los espíritus, por lo tanto, regresan al mundo de escolaridad cuantas veces sean necesarias para absorber todo el aprendizaje que él ofrece, prosiguiendo, entonces, en la trayectoria evolutiva en otras dimensiones espirituales.
Planificación espiritual
El espíritu escoge el grupo étnico, la nación, la familia y otras condiciones que le puedan favorecer el progreso evolutivo.
Desarrollar los atributos y las facultades espirituales, optar por la práctica del bien, usar intensamente el razonamiento, perfeccionar continuamente la inteligencia son acciones que depender, necesariamente, del buen uso que el ser humano haga del libre albedrío.
El libre albedrío es una facultad espiritual orientada por el razonamiento y controlada por la voluntad. Su mal uso retarda no sólo la evolución espiritual de la persona, como atrae hacia sí fuerzas negativas, que van a entorpecer sus pensamientos y sus acciones en la vida cotidiana.
Evolución espiritual
Son incontables los espíritus que desean continuar su trayectoria evolutiva en la Tierra. Decidido a encarnar, y habiendo las condiciones necesarias y adecuadas para proseguir su evolución, el espíritu debe esforzarse al máximo para no fallar en la ejecución del proyecto que hizo en su mundo espiritual de etapa. Siendo así, los seres humanos deben aprovechar, de forma plena, las cuatro fases de su existencia - infancia, juventud, madurez y vejez - dentro de las normas prácticas espiritualistas establecidas y recomendadas por el Racionalismo Cristiano. Continuando así, al regresar a los respectivos mundos de práctica, después de la desencarnación, sentirán bienestar por las buenas acciones practicadas en la vida física.
Independientemente de la opción filosófica que siguió en vida, el espíritu, al desencarnar, si ha cumplido bien sus deberes evolutivos, ascenderá gradualmente a su mundo de etapa espiritual. Al llegar, una vez recogidas las informaciones relacionadas a la última encarnación ya las anteriores, podrá decidir, aún auxiliado por espíritus de alto grado evolutivo, lo que hará en su trayectoria evolutiva: reencarnar, porque aún necesita perfeccionar sus facultades y sus atributos; o ascender al mundo superior de espiritualidad, por haber superado los desafíos que el planeta-escuela Tierra proporciona.
Una cosa es cierta: la evolución tiene que ser hecha, a cualquier costo. Es lo que imponen las leyes evolutivas que rigen el Todo Universal -la Vida del Universo en su aspecto amplio y constructivo-, indiferentes a la pretensión de aquellos que piensan anularlas o engañarlas. Entre las leyes evolutivas, se destacan la ley de las reencarnaciones, la ley de causa y efecto y la ley de atracción.
Conozca las leyes evolutivas
Estudie la filosofía racionalista cristiana
Leer, estudiar y razonar son importantes factores para la conquista del autoconocimiento, de la libertad de acción y consecuente crecimiento espiritual.
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